sábado, 21 de noviembre de 2009

Estar concientes de nuestra valía

Esto es fundamental para sentirnos felices y contribuir a la felicidad de los demás, especialmente a la felicidad de nuestra familia. Y esa valía la descubrimos cuando somos capaces de tomar -con responsabilidad- las riendas de nuestra vida, sabiendo que todo lo que atraemos en alguna manera es producto de nuestros pensamientos y actitudes, de muchos de nuestros paradigmas, a veces aprendidos a lo largo de las experiencias negativas que hemos vivido, otras veces absorbidos de nuestro entorno sin que siquiera nos demos cuenta. Hay que echar a un lado esos pensamientos negativos que nos surgen acerca de nosotros mismos, por errores que hemos cometido o por no haber recibido en algún momento la aceptación que esperabamos de otras personas.



Ser concientes de nuestra valía nos pone en el camino de poder descubrir la valía de los demás. Es necesario comenzar por aceptar que todos cometemos errores, que cada uno puede tener formas distintas de pensar y actuar, pero sin olvidar que todos tenemos valía, que somos distintos y eso nos hace especiales.

Te invito a reconocer en esas diferencias la fuente de la diversidad y del enriquecimiento interpersonal. No mires sólo tus defectos y los defectos de tus seres queridos. Es bueno tener presente que todos poseemos cualidades y limitaciones. Celebra tus logros, celebra los logros de tu gente, tu pareja, tus hijos. Alégrate de tus conquistas y las de ellos, aunque te parezcan pequeñas. Refuerza tu propia valía y motiva con eso a los miembros de tu familia a sentirse valiosos, seguros, independientes y responsables de sus vidas.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

martes, 17 de noviembre de 2009

Fiesta de Derechos de la Niñez en el Palacio de Bellas Artes

En el marco de la celebración del XX Aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, UNICEF junto a un grupo de organizaciones aliadas está organizando una gran celebración dirigida a niños, niñas y adolescentes. La "Fiesta de Derechos" se celebrará este próximo sábado 21 de noviembre de 2 a 5 PM en los Jardínes del Palacio de Bellas Artes.


Es responsabilidad de toda la Sociedad respetar y exigir el cumplimiento de los derechos de la Niñez, tambien en el aniversario de la Convención, nos corresponde celebrarlo juntos!!!. Como parte de tu compromiso con esta celebración, te pedimos que participes en esta gran fiesta junto a tus hijos, hijas, sobrinos, nietos o vecinitos. Además que nos ayudes a circular esta invitación electrónica entre tus listas de contactos que consideres puedan estar interesados en participar.

Mensaje enviado por
Lilén Quiroga
Documentation Assistant
UNICEF – Dominican Republic
Tel: (809) 473-7373 Ext. 363
Fax: (809) 473-7474
lquiroga@unicef.org
http://www.unicef.org/republicadominicana

La triste melodía que se llama acontecer nacional

Ultimamente hemos escuchado a muchos comunicadores hablar acerca del malestar que estamos padeciendo los dominicanos, víctimas de tantas situaciones lamentables, siendo vapuleados día tras día con esa “triste melodía que se llama acontecer nacional”.

Hace poco escuché a Pablo McKinney en su programa El Bulevar, diciendo que el dominicano está cada vez más desesperanzado. Yo concuerdo completamente con esa idea de Pablo.


Lo que vemos diariamente en la prensa y otros medios, es como un remake de la misma novela, con otros actores y alguna novedad que le agrega sabor para deleite del morbo público: Funcionarios descarados, congresistas irresponsables y desvergonzados, narcotráfico contaminando cada espacio de la vida dominicana, inseguridad ciudadana, atracos por dondequiera, violencia, secuestros (algunos dejados en un velo de confusión), delincuentes de alto nivel que son protegidos y no cargan con las justas consecuencias de sus actos… en fin. Sólo hay que abrir la página de cualquier diario y sacar la propia lista de abusos.

Los dominicanos comunes y corrientes tenemos la percepción de que ya no se puede confiar en nada ni en nadie. Estamos perdiendo (y lamentablemente a pasos muy rápidos) la fe en nuestras instituciones, en nuestros funcionarios, en nuestros gobernantes, en la gente que se supone está ahí para trabajar en bien de la nación. Ya no sabemos a quien creerle, ya no sabemos incluso a qué intereses particulares responden muchos medios de comunicación. Sentimos que la justicia, el honor, la rectitud, los principios, la ética, han sido tomados por la corrupción y la impunidad. Los delitos, de cualquier tipo y con cualquier rango, se suman uno tras otro, como para no darnos tiempo de reponernos del horror.

Cuando nos encontramos en medio de tanta exposición de acciones negativas por parte de muchos, que degradan nuestro orgullo nacional y que nos dejan un sabor de cosa perdida y sin remedio, es difícil no sentirse desesperanzados. Sin embargo, el universo tiene leyes, para bien de la raza humana. Y una de ellas es que nada permanece estático, que todo cambia y que todo pasa. Lo interesante sería que cada uno de nosotros, como ciudadanos, averigue qué puede hacer para apoyar ese cambio, para colaborar con el universo, desde nuestra familia, desde nuestro trabajo, desde nuestro interior, desde nuestra actitud personal.

No hay que ser héroes para aportar nuestro grano de arena. Basta con pensar, reflexionar, hacer lo correcto en la vida cotidiana, desarrollar el ser magnífico que todos tenemos por dentro, no dejarse abatir por las noticias, y no perder la fe en uno mismo y en el país. Motivar a los que nos rodean a realizar un cambio de mentalidad. Hablar con nuestros hijos acerca de lo que ven y oyen en los noticiarios, darles herramientas para que puedan ser en el mañana ciudadanos capaces de discernir. Usar el modelo negativo que estamos viendo hoy para afianzar valores positivos. E insistir -no dejar de insistir- en que no es verdad que hacer lo correcto tiene hoy un precio muy alto.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ir más felices por la vida

Cuántas cosas se encuentra uno cuando va de camino a cualquier parte. Hace unos días conversaba con un amigo extranjero que tiene muchos años viviendo en el país, y mi amigo se lamentaba de cuánto ha cambiado el dominicano en poco tiempo. Me decía que hemos pasado de ser un pueblo caracterizado por la amabilidad, la cortesía, por el calor humano que podíamos encontrar en las calles, en los barrios, en los pueblos. No es que eso se haya perdido del todo. Pero pienso con tristeza en cuanta razón tiene mi amigo al sentirse así. Porque desplazarse por las calles de esta ciudad es una casi una proeza, una prueba de paciencia y tolerancia. Y es que, definitivamente, hoy somos menos amables y corteses en las calles.

Es cierto que falta planificación y orden vial. Pero esa es nuestra realidad, una realidad que debemos aprender a manejar de una manera que contribuyamos a ser parte de la solución y no a empeorarla.

Con frecuencia uno ve como la gente llena los carriles de las vías contrarias, cuando una avenida está muy congestionada, con el objetivo de adelantarse a otros que están esperando su turno para cruzar una intersección o doblar en alguna esquina. Y al hacerlo, lo único que logramos es crear más caos y más desorden. También poner en peligro nuestra vida y la de otros. Con nuestras maneras contrarias a las reglas de tránsito y a la cortesía no logramos salirnos del problema, el tapón no desaparece. Al contrario lo empeoramos, porque obstaculizamos el paso a otros que transitan en su vía.

Pero a esta situación se le agrega algo verdaderamente preocupante. Cuando llevamos niños en nuestros vehículos, esos niños están observándonos. Están aprendiendo acerca del poco o mucho respeto que tenemos hacia las reglas y las leyes, están absorbiendo maneras agresivas de comportamiento, y están aprendiendo acerca de la forma como encaramos las situaciones en la vida cotidiana. Lo más penoso es que con nuestro comportamiento negativo en presencia de los más pequeños, también estamos perpetuando ese modelo de descortesía, de poca amabilidad y de falta de respeto hacia los demás.

Definitivamente hay muchos que elementos contribuyen a que el tránsito en nuestro país sea un dolor de cabeza para todos. Si actuamos con indiferencia o negativamente no aportamos soluciones, pero si decidimos respetar las leyes y practicar la reglas básicas de la urbanidad, vamos a dar a nuestros hijos un buen ejemplo de honestidad, de respeto, de solidaridad. Además, nos vamos a sentir mejor con nosotros mismos, vamos a contribuir a que otras personas también se sientan mejor, y hasta quien sabe si con esa nueva actitud de ciudadanos, nuestras autoridades también se sientan en el deber de ofrecernos una ciudad más amigable y mejor organizada.