jueves, 8 de julio de 2010

Palabras

Escribió Juan Luis Vives que “no hay espejo que mejor refleje la imagen de los seres humanos que sus palabras”. Siempre que recuerdo esta frase pienso que para que nuestras palabras reflejen algo positivo de nosotros, esa cualidad positiva debe ser parte nuestra antes. Esto quiere decir que para lograr que nuestras palabras reflejen, por ejemplo, amabilidad y consideración, es imprescindible que primero tengamos pensamientos de amabilidad y consideración dentro de nosotros.


Hoy quiero convidarlos a que nos miremos un momento por dentro; no buscando nuestros defectos o actitudes negativas; todo lo contrario: para que veamos lo fácil que resulta encontrar nuestras cualidades y dejarlas salir libremente a través de nuestras palabras.

Las palabras tienen mucho poder. Pueden iniciar una guerra, pero también pueden sencillamente ser el detalle que necesitamos para fomentar la paz en nuestro hogar. Las palabras, según las utilicemos, pueden crear armonía o pueden sembrar discordia. Con nuestras palabras podemos hacer una diferencia notable en el día de otra persona, pueden alegrar a alguien o pueden entristecerlo. Las palabras son la expresión de las ideas que surgen en nuestra mente, con nuestros pensamientos y sentimientos. Y aunque para algunos sea un poco cuesta arriba, es necesario que transformemos nuestros pensamientos negativos en ideas de comprensión y de aceptación para que de nuestra boca salgan palabras sembradoras de paz y armonía, para que nuestras palabras transmitan lo mismo. Las palabras son tan poderosas que con sólo pensarlas -aunque no lleguemos a pronunciarlas- tienen un efecto sobre los que hacemos.

Por esto hoy los invito a que probemos cómo cambiando nuestra actitud ante las personas y las situaciones, nos hacemos más libres y más ligeros, y nuestros pensamientos y forma de hablar cambian como por arte de magia. Les propongo un ejercicio. Cuando estemos en uno de estos tapones horribles de la ciudad, concentremos la atención en un conductor cercano. Al mirarlo pensemos en la palabra hermano y en los sinónimos o vocablos que podemos asociar a esa palabra. Tal vez entre esos vocablos encontremos semejanza, cofradía, aceptación, amigo, camarada. Tal vez lleguen a nuestra mente otras como comprensión, tolerancia, bondad, gentileza, compañero. Se me ocurre ahora buscar etimologías (que son una de mis pasiónes) y encuentro que la palabra compañero se originó de dos vocablos cum y pan, que significa compartir el pan. También por su origen la palabra camarada quiere decir el que comparte la cámara o la habitación donde vive. Entonces podríamos pensar en compartir la alegría, que es el pan del bienestar, o compartir la ciudad que vendría a nuestra casa en el planeta. Amigo es otra palabra que tiene una etimologia muy linda. Se dice que viene del griego amicus que probablemente se derive a su vez de animi (alma) y custus (custodio) o sea el que ciuda el alma.
Vamos a incorporar todas esas palabras enriquecedoras a nuestro hablar, para que se nos hagan costumbre, para que formen parte de nuestra cotidianidad. Estoy segura que así, pronto descubriremos que esas palabras armonizantes y conciliadoras salen solas, automáticamente, que ya no necesitamos esforzarnos para ser amables y gentiles. Por último no olvidemos que para que nuestras palabras salgan todavía más naturales, ligeras y fluidas, para que tengan mejor ritmo y más música, es bueno decirlas mientras sonreímos.

lunes, 3 de mayo de 2010

Nostalgia del Bajabonico

Hacia mediados del siglo xvii, el médico suizo Johannes Hofer inventó la palabra nostalgia porque quería dar nombre al “deseo doloroso de regresar al pasado” que observaba en algunos de sus pacientes. De los vocablos griegos nostos (regreso) y algia (dolor) sacó, Hofer, la palabra nostalgia. En español, esta palabra representa el recuerdo triste o la añoranza de algo perdido. Por su etimología, puede aplicarse al anhelo de regresar al pasado; acción que, por imposible, resulta dolorosa.

De niña viajaba cada año, durante las vacaciones, a mi natal Imbert para visitar a mi padre en la calle Libertad. Allí solía entretener las tardes observando desde “el alto” (la segunda planta de la casa de madera) la verde inmensidad de la loma que servía de regazo al río Bajabonico. Mi padre me había regalado unos binoculares con los que jugaba a acercar el paisaje y tocar imaginariamente las vaquitas, las ramitas amarillentas de las palmeras y a cruzar de un saltito el río.

Cuenta mi padre que a aquel cerro le llamaban la loma de doña Toña en honor a su dueña, conocida porque cada año ofrecía una vela a San Antonio, y mandaba a matar tres novillos para dar sancocho de carnes con arroz a todo el que quisiera asistir. Allí, cruzando el Bajabonico por entre las piedras, se reunía gente de Imbert y de las cercanías, para llenar el estómago y de paso el espíritu.

Recuerda mi padre que los viejos del pueblo decían -hace muchísimos años- que el Bajabonico caminaba por la calle Duarte, la que cruza el parque; pero que con el tiempo, el río se fue retirando y el lugar comenzó a urbanizarse; y que poquito a poquito le cavaban para que el agua corriera por otro lado. Cuando el pueblo se convirtió en pueblo -con río y todo-, comenzaron a tumbarle los árboles de sus orillas y a sacarle “material” para echar a andar el progreso.

Y hace años que al río le han secado su lecho, que lo han dejado desnudo. Por eso, cuando llegan las grandes lluvias, se desborda y arrasa con todo, porque coge por donde primero se le deslicen las aguas. Tan sabios que son, “los ríos hacen sus propias riberas”, como dijo Ralph W. Emerson; pero al Bajabonico, la ignorancia se las ha destruido.

Leí en alguna parte que al Bajabonico lo nombraron así porque cuando el Almirante lo vio dijo “que río que baja bonito”. Verdad o leyenda, lo cierto es que poco tiempo atrás el Bajabonico bajaba bonito, altanero y bullicioso. Pero hoy, el Bajabonico -como muchos en nuestro país- ya no es un río, es sólo una nostalgia. Hay que conformarse con recordarlo y sentir el deseo doloroso -por inalcanzable- de verlo regresar a su días de grandeza.

Increíblemente - y para nuestra suerte- todavía quedan ríos vivos en esta tierra. Pero la añoranza acecha de antemano, porque lo más seguro es que, como el Bajabonico, pronto estarán convertidos en inútiles melancolías.

viernes, 23 de abril de 2010

"Examina tus motivos"

Es vital comprender que sólo de nosotros es la responsabilidad de las circunstancias que nuestros actos y pensamientos concientes o inconcientes generan en nuestras vidas.


Hace poco leí en un libro de autoayuda la siguiente frase: “examina tus motivos”. Esta frase me impactó mucho. Con frecuencia actuamos movidos por impulsos que apenas conocemos. Encaramos situaciones de una forma a veces infantil e irresponsable cuando no somos lo suficientemente honestos como para examinar las razones profundas que nos impulsan a tomar decisiones, a reaccionar ante circunstancias o personas, a ver las situaciones a través de un cristal empañado por el resentimiento, el dolor, el miedo, la amargura…, por la necesidad de controlar, por la inseguridad. Actitudes que se pueden resumir en falta de valoración de nosotros mismos. Porque si reconocemos nuestra valía no necesitaremos de la aprobación y aceptación de los demás para hacer lo que nos toca, e incluso para aceptar que en ocasiones cometeremos faltas y que más que sentirnos culpables o miserables por eso, lo que mejor podemos hacer aprender de los errores y enmendarlos.

Examinar nuestros motivos es la forma más honrada de darnos la oportunidad de vernos tal como somos, sin culparnos, aceptándonos, y dispuestos a hacer lo que debemos para cambiar aquello que no funciona. Cuando examinamos nuestros profundos motivos, y nos hacemos concientes -desde el corazón, no sólo con la mente- de que cada uno es responsable de lo suyo, también tenemos la oportunidad de dejar a otras personas que desempeñen su propia función. En ese mismo libro leí lo siguiente: “No tengo el derecho de privar a nadie de cumplir con su propia responsabilidad”. Cuando asumimos la responsabilidad de otro, creyendo que con eso estamos ayudando, sólo estamos ratificando en esa persona su creencia de que no puede hacerlo por sí solo, y le quitamos la oportunidad de desarrollarse.

domingo, 14 de marzo de 2010

Tiempo para nuestra familia

Es importante dedicar tiempo de calidad a la familia, aunque hoy se habla de que no sólo la calidad del tiempo que dedicamos a nuestra familia es importante, sino que también lo es la cantidad. Lo cierto es que hay que estar disponibles para compartir con nuestros seres queridos, sea mucho tiempo o no tan abundante. Entonces, ese espacio que separamos para disfrutar de la compañía de nuestros hijos, de la pareja si la tenemos, de los padres, de los hermanos, amigos cercanos, debe ser un espacio en el que elijamos compartir con ellos nuestras mejores actitudes.


El tiempo de infancia de nuestros hijos es irrepetible. Lo que no disfrutas hoy con ellos, mañana será difícil volver a disfrutar, porque los hijos van creciendo y ampliando su mundo. De las experiencias positivas que ellos acumulen en nuestra compañía va a depender en gran medida la imagen que ellos se formen de sí mismos y de su mundo y por supuesto esto repercutirá en como desarrollen sus relaciones de adultos.

Dedicar tiempo a la pareja también es vital para tener una vida armoniosa y reforzar día tras día el vículo afectivo. Conversar, tener detalles, compartir alegrías, acumular momentos gratos y cultivar la amistad con la pareja son formas de lograr que la relación sea más satisfacctoria y tenga permanencia en el tiempo.

En ese tiempo de calidad que estamos dispuestos a compartir con nuestros seres queridos, hay que recordar incluir las expresiones verbales de afecto. Decir te quiero y expresar nuestro reconocimiento a las cualidades positivas de los demás son formas de enriquecer el corazón de quien da y de quien recibe este tipo de caricia verbal. Conversar, escuchar e intercambiar pensamientos y sentimientos constituye la manera idónea de conocer a los demás. Darnos el permiso de expresar nuestros sentimientos, nuestros sueños y también nuestras inquietudes y preocupaciones son formas de que los otros nos conozcan y nos reconozcan.

Compartir tiempo de calidad, sea abundante o no, significa elegir ese momento y estar disponibles completamente para la otra persona sin que nos interrumpa la televisión, el teléfono, la computadora, los videojuegos o cualquier otro elemento dispersador de la atención.

Para los niños, que son tan perceptivos, este tiempo de calidad es indispensable para su seguridad y su sentido de pertenencia. Y todos sabemos que no hay nada más reconfortante que sentir que pertenecemos a un hogar armonioso y unido.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Mujeres

En nuestro país, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha que en las últimas década ha cobrado trascendencia en la medida en que la sociedad y las instituciones del Estado se han hecho concientes de las necesarias y urgentes luchas por la equidad de los sexos.


“Equidad de sexos”. Yo pienso que definitivamente hombres y mujeres somos diferentes y, ¡que vivan esas diferencias!! Somos diferentes en nuestras características físicas y emocionales, y en lo que tenemos interiormente para entregar al otro sexo y al mundo. Y es precisamente en esas diferencias que radica la riqueza de un mundo formado por hombres y mujeres. Pero también somos iguales en dignidad y en valor, y en tener derecho, como todos, a una vida plena en todos los sentidos: a ser respetadas, a acceder a las mismas oportunidades y a que nuestros roles no constituyan un obstáculo para nuestro desarrollo como personas. Todos somos grandiosos, hombres y mujeres, todos estamos vestidos de dignidad y de riqueza interior. No deberíamos, por lo tanto, necesitar designar un día al año para celebrar y recordar las luchas de una minoría, que en realidad no es tan mínima.

Ser mujer es algo que no puede ser definido plenamente. Es algo que hay que vivir y experimentar. A veces las exigencias de una cultura globalizada, materializada, desigual, injusta, carente de amor, de comprensión, de desarrollo espiritual, nos confunden acerca de la grandeza que significa ser mujer. Jean Shinoda ha escrito que “cada mujer posee una misteriosa interioridad incomunicable y al parecer nuestra cultura no ha podido percibir toda la riqueza que posee el ser femenino”. Lamentablemente en esa cultura que aún no comprende la grandeza de la mujer también está incluida la mujer misma, muchas veces educada para dudar de su propia valía.

Las mujeres debemos comenzar por cambiar nosotras mismas el concepto y la forma en que asumimos nuestra feminidad. Y estar dispuestas a vivir y reflejar esa esencia nuestra de fortaleza, de ternura y de intuición. En vez concentrarnos en sentirnos víctimas de un trato desigual y del desequilibrio de oportunidades, es imprescindible hacer conciencia de nuestro propio valor, y usar nuestros dones para transformarnos y así transformar nuestro entorno.

¿Cuáles dones? La capacidad de amar, de entregar, de perdonar, de ser íntegras, de tener fe en nuestros sueños, y el orgullo por esa feminidad que nos hace aportar de manera diferente a nuestro mundo.

¿Que es importante que reconozcan nuestro valor y nuestros esfuerzos? Sí, es importante. Pero el reconocimiento mayor que podemos recibir lo haremos desde nosotras mismas. Que nos baste, mientras tanto con nuestra propia conciencia de valor, de dignidad y de derecho a una vida plena.

domingo, 28 de febrero de 2010

Hagamos la diferencia con nuestros hijos

Las experiencias de nuestran infancia nos marcan de una forma tal que muchas de nuestras creencias y actuaciones del presente provienen de esas experiencias infantiles. Ya de adultos, tenemos la responsabilidad con nosotros mismos de revisar nuestros mandatos mentales para transformarlos y actualizarlos de manera que no se conviertan en obstáculos de nuestro bienestar presente. Esa revisión cobra especial importancia cuando tenemos hijos, pues de la misma manera en que nuestros padres, con aciertos y desaciertos, nos inculcaron muchas actitudes y creencias, así mismo vamos a pasar a nuestros hijos esos pensamientos, que a veces están cargados de prejuicios.


Ser padres hoy puede resultar muy atemorizante pues aunque tenemos a la mano mucha información no siempre sabemos equilibrar esas nuevas informaciones con nuestras viejas creencias. Si tus hijos son adolescentes o jóvenes adultos, tal vez el trabajo de armonizar la relación entre ustedes sea un poco más arduo y requiera de más tiempo para ver resultados. Nunca es tarde para trabajar en tener buenas relaciones con nuestros hijos.

Si tienes niños pequeños estás en el momento idóneo para comenzar ese trabajo y tener éxito. Lo importante es no enredarnos en culpas inútiles si nos hemos equivocado o no hemos sabido manejar algunas situaciones. Siempre podemos comenzar de nuevo. Lo importante es que exista un deseo genuino y un compromiso compromiso con nosotros mismos de esforzarnos para convertirnos en mejores personas y en padres más equilibrados.

Cuando se trata de educar a nuestros hijos, hay tres ingredientes que no deberíamos olvidar: ellos necesitan estructura, afecto y coherencia, para sentirse seguros y confiados. Y estos ingredientes van a incidir directamente en la formación de su propia autoestima. Los niños que no logran la atención positiva de sus padres, van a conformarse con una atención negativa, pero además van a crecer con la creencia de que eso es lo que ellos merecen, y ese modelo negativo se va a reflejar de distintas maneras a lo largo de sus vidas.

Como padres, somos quienes podemos hacer la diferencia en la vida de nuestros hijos. Y para eso es importante estar dispuestos a analizar qué tan claros y comprometidos estamos con los objetivos que tenemos con nuestros hijos y con nuestra familia. Debemos aprender a despojarnos de nuestros miedos e inseguridades, para poder enseñarles a usar su derecho a desarrollarse con plenitud y a ser en el mañana seres humanos dispuestos al crecimiento y al mejoramiento del mundo en que les toque vivir.

sábado, 20 de febrero de 2010

Manifestar el amor

Por la cantidad de significados y manifestaciones que tiene el amor, muchos concuerdan en decir que el amor es un término especialmente difícil de definir.

Normalmente lo interpretamos como un sentimiento del cual resultan una gran cantidad de emociones. Lo cierto es que, al margen de complicadas concepciones filosóficas, el amor es una “cosa” que ha estado siempre presente en el universo, de una forma tan fundamental que la misma vida comienza en el amor, y está relacionado con la supervivencia de la especie. Pero además, no hay ningún aspecto de la vida en el cual no esté presente el amor, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Incluso, hay quienes afirman que el amor no es único de la especie humana, sino que también los animales son capaces de establecer nexos afectivos.

En el plano espiritual se considera que el amor es Dios mismo y que los distintos sentimientos asociados a esa gran energía, no son más que el reflejo y la manifestación de Dios en nosotros, que además llevamos como herencia el haber sido creados a su imagen y semejanza.

Algunos pensadores creen que la búsqueda de la felicidad a través de las relaciones armoniosas con otras personas es el amor de Dios tratando de expresarse a través de nosotros.

Desde el punto de vista de la psicología, el amor sano y verdadero es aquel que es beneficioso tanto para quien lo siente como para el objeto de ese amor, ya sea que lo reciba concientemente o no. Para los creemos en la existencia de Dios y en su manifestación humana a través de Jesús el Cristo, el mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” consiste en primero reconocernos y amarnos, para poder luego prodigar ese amor encerrado en nosotros hacia los demás, algo que sería una consecuencia natural del amor porque se dice que es una energía que tiene que moverse y enriquecerse constantemente. Al amarnos saludablemente (que no es sería otra cosa que reconocer nuestra esencia divina y nuestra valía), ese amor se va a expandir espontáneamente fuera de nosotros tocando a otros.

Podemos sentir o ver el amor en muchos lugares alrededor nuestro, la naturaleza, los seres queridos, los animales, los buenos sentimientos, el compañerismo, la amistad, la solidaridad, en fin. Lo importante es que sin que tengamos que coincidir en nuestras concepciones filosóficas o espirituales, todos estemos abiertos a aprender a manifestar el afecto libremente, a manifestar nuestra mejor esencia amorosa a través de la amabilidad, la gentileza, la aceptación, la bondad y la generosidad, en acciones cotidianas que al final nos enriquecen a todos.

viernes, 12 de febrero de 2010

PERSEVERANCIA

El que persevera triunfa, es una frase muy conocida por todos. También alguien ha dicho que la perseverancia es la virtud por la que todas las otras virtudes dan su fruto.

La perseverancia es un valor, una fuerza interior que nos impide darnos por vencidos cuando las cosas no salen como esperamos, cuando la vida da un giro inesperado o cuando nuestras metas no son alcanzables a corto plazo.
Ser perseverantes no es tarea fácil. La perseverancia necesariamente debe aliarse con la fe en nuestras capacidades, con la pasión interior como motor impulsor de nuestro esfuerzo, con la planificación acertada y conciente de lo que deseamos lograr y con la fuerza de voluntad, que es el escudo para protegernos de los obstáculos que encontramos en nuestro andar. Otros ingredientes de la perseverancia son el compromiso, la valentía, la disciplina y la responsabilidad.

La perseverancia se ejercita diariamente venciendo las dudas, venciendo la pereza y dejando a un lado la costumbre de postergar lo que tenemos que hacer. Perseverar requiere de un esfuerzo continuo. Esto no significa que evitemos tomarnos un descanso entre un esfuerzo y otro; ni siquiera significa que no nos demos la oportunidad de deternernos un tiempo cuando nos sintamos algo vencidos, para reflexionar y recuperar fuerzas.

Hay una frase de Facundo Cabral que me gusta recordar cuando estoy desanimada. Dice Facundo que “está permitido que te caigas pero no que te quedes en el suelo”. Pienso que para levantarnos podemos echamos mano de la fortaleza del carácter, de la voluntad, de la pasión que generan dentro de nosotros los sueños… de la perseverancia.

La perseverancia es invertir nuestro esfuerzo en lograr una meta y fortalecernos interiormente para tener la capacidad de buscar buenas soluciones a las dificultades que se nos presenten en el trayecto a esa meta.

Es importante mostrarnos dispuestos a perseverar y no olvidar que enseñamos a otros con nuestro ejemplo. Mostrar paciencia, manejar las dificultades con serenidad, vencer las frustraciones con una buena dosis de alegría, ser constantes en nuestro esfuerzo por conseguir un objetivo, terminar lo que empezamos, son ejemplos que podemos ofrecer en nuestro diario vivir a los hijos. Son buenos ejemplos de perseverancia.

Practicar la perseverancia y enseñarla a nuestros hijos puede proporcionarnos y proporcionarles grandes satisfacciones, vencer obstáculos y lograr nuestras metas es algo muy gratificante, sobre todo porque siempre valdrá la pena luchar por nuestros sueños.

martes, 26 de enero de 2010

El recuerdo de una familia feliz es el mejor legado para los hijos

La familia debería estar siempre en el primer lugar de nuestras prioridades, porque la familia -el hogar que reúne a los seres queridos- constituye ese lugar físico o emocional en el que deberíamos poder mostrarnos tal como somos, encontrar aceptación y amor incondicional, buenos ejemplos, alegría y plenitud de vida.



La familia es el único lugar en el que todos son protagonistas de la historia. Por esto, trabajar para que nuestra familia sea armoniosa y funcional es el mejor esfuerzo que podemos hacer para desarrollar nuestra capacidad natural de ser felices; además, el recuerdo y las vivencias de una familia feliz son el mejor legado que podemos entregar a nuestros hijos.

Nadie ha dicho que sea siempre fácil lograr armonía en el ambiente familiar. A veces toma tiempo, se precisa enfrentar muchas dificultades y conflictos. Como todo lo que vale la pena en la vida, tener una familia funcional es algo que se logra a través de un trabajo diario, del esfuerzo en desarrollar nuestras mejores capacidades como personas.

La comunicación, por ejemplo, es una de las áreas en que se requiere mayor esfuerzo en familia. Porque comunicarnos no es sólo hablar, dar instrucciones, enseñar buen comportamiento, comentar las actividades del día, o en el peor de los casos gritar, descalificar, erradamente con el propósito de lograr algo que consideramos positivo para los nuestros. Comunicarse va muchísimo más allá. Comunicarse es dar paso a nuestros mejores pensamientos, es pensar en positivo y transmitirlo en nuestras palabras y acciones. Comunicarse es confiar en el otro, en su capacidad para desarrollar su increíble potencial humano, lo que significa también por nuestra parte ser auténticos, abiertos y transparentes.

Comunicarse bien es ser amables, ser considerados y tener buenas maneras. Es expresarnos tomando en cuenta la sensibilidad ajena, es desarrollar la habilidad de decir lo que pensamos con respeto y gentileza. Pero comunicarse, sobre todo, es escuchar, hacer empatía, saber colocarnos en el lugar del otro, percibir como el otro siente y respetar su opinión y su ritmo de aprendizaje.

¡Cuanto trabajo nos da a veces comunicarnos bien! Entre la prisas, las presiones, el equipaje emocional que cargamos de nuestro pasado, la falta de habilidades para manejar situaciones de tensión, el miedo natural de los padres a no hacer lo correcto con sus hijos, o la ausencia de conciencia acerca de la envergadura de la responsabilidad que tenemos los padres, todo esto provoca que nos alejemos de la verdadera y efectiva comunicación familiar.

Es bueno detenernos un poco y pensar. Hacer una pausa antes de hablar o actuar. Porque comunicarse es identificar primero y hacernos concientes después de nuestra programación mental, y utilizar de ella sólo aquello que sirva para estimular en nuestro entorno la confianza, la libertad, la responsabilidad y la valía de cada uno.

"3 hábitos fáciles y sencillos que transformarán tu vida para siempre", por Olivia Reyes


"Tú tienes el poder de sanar (transformar) tu vida si cambias tus hábitos de pensamiento" --Louise L.Hay--


Desde niños se nos ha dicho que los buenos hábitos son importantes, todos los días escuchábamos el típico "Lávate los dientes antes de acostarte", "reza tus oraciones antes de dormir", "lávate las manos antes de comer", "ponte suéter que está haciendo mucho frío". El simple hecho de ir a la escuela es un hábito que nos obligan a formar desde pequeños. Básicamente somos seres de hábitos y mucho de lo que hacemos a diario está basado en nuestros hábitos. Algunos de ellos son negativos y otros positivos e incluso hay un dicho que nos llama a reflexionar sobre nuestros hábitos porque los hábitos pueden destruir ó construir nuestra vida.

El crear hábitos de pensamiento positivo nos permite SANAR como dice Louise Hay, y también nos ayuda a ser más felices y por lo tanto usar la Ley de la Atracción a nuestro favor. De hecho no se puede alcanzar el éxito si no tienes hábitos de pensamiento positivo. Aunque puede sonar como trabajo, el hecho de cambiarlos poco a poco y formar hábitos deliberadamente se logra de una manera fácil y sencilla, así que la buena noticia es que debes hacer cambios pequeños día con día y aquí te recomiendo algunas formas de crear hábitos de manera fácil y que además transformarán tu vida para siempre:

Hábito #1.-Cree en cosas positivas. La mente subconsciente acepta cualquier elije creer y por lo tanto trabaja en base a todas las creencias que aceptas como verdad. Por lo tanto, uno de los hábitos más importantes que debes nutrir a diario es el de creer en cosas positivas. Y al mismo tiempo dejar de creer en cosas negativas.
Tip para crear este hábito: Elige una creencia negativa diariamente y cambíala por una positiva, tú puedes cambiar cualquier pensamiento si así lo deseas, por lo tanto busca maneras de apoyar tus creencias positivas y por ley de atracción atraerás más creencias positivas.
Hábito #2 Sé agradecido. Mucho se ha hablado últimamente sobre la gratitud y el cultivar el agradecimiento, no solo por las cosas que tenemos sino hacia las personas que nos ayudan. Pero a pesar de esto la mayoría de la gente solo cultiva la gratitud 5 minutos al día y pasa horas en un estado de ánimo negativo. La gratitud transforma enormemente si se utiliza con regularidad y por lo tanto es el segundo hábito que te recomiendo.

Tip para crear este hábito: Busca formas divertidas de cultivar la gratitud en tu vida, habitúate a dar gracias cuando abres los ojos por la mañana y también antes de ir a dormir por la noche. Otra manera de ser agradecidos es dar gracias a nuestros alimentos al sentarnos a la mesa y mientras estamos alimentándonos. Demuestra con acciones tu gratitud a las personas que te han ayudado ó a las personas que amas y que te llenan de cariño. Entre más te habitúes a agradecer las cosas que tienes en el día a día, más fácil te será vibrar en gratitud y permitir que el Universo te envíe más milagros por los cuales agradecer.

Tip #3 Sé feliz como una prioridad. El paradigma en que vivimos actualmente nos dice que no tenemos ningún poder sobre las circunstancias de nuestra vida y que debemos conformarnos y sacrificarnos pues algún día cuando vayamos al cielo recibiremos las recompensas que en el mundo se nos negaron. Se cree que las cosas suceden por azar y que no hay manera de cambiarlas, además que vivimos en un valle de lágrimas y venimos aquí a sufrir. El nuevo paradigma al que estamos abriendo nuestra conciencia es el de sacar nuestro poder interno para que el exterior se acople al interior y no a la inversa. Así que no esperes a que las cosas sean como tú quieres para ser feliz. Sé feliz desde ahora para que el exterior comience a acoplarse a tu energía interna.

Tip para crear este hábito: Medita y relájate diariamente, no permitas por más de 2 minutos que los sentimientos negativos empañen tu vida, busca la manera de ser feliz a toda costa y vuélvelo un hábito.

"¿Te gustaría aprender más técnicas para tener una vida feliz y prosperidad en todas las áreas de tu vida?, suscríbete al boletín de Olivia Reyes "Tu excusa para ser feliz" de entrega semanal, visitando la página: http://www.atrayendo-prosperidad.com/

domingo, 17 de enero de 2010

Generosos y solidarios


     Si partimos de la idea de que hemos sido creados por amor, debemos entender que el amor es parte intrínseca de los seres humanos. La generosidad, por otro lado, es una de las más grandes maneras de demostrar amor. Entonces, es lógico pensar que la generosidad también forma parte de la naturaleza humana. Aunque lamentablemente a veces los seres humanos nos inclinamos hacia el egoismo y el egocentrismo, lo cierto es que poseemos una tendencia natural a ser generosos, especialmente cuando otros necesitan con urgencia nuestra ayuda. La generosidad tiene una gran recompensa: la genuina alegría que nos provoca el saber que con nuestra contribución podemos cambiar el mundo, hacer que la vida de otros sea mejor y lograr una diferencia en la existencia de alguien.

     Poder ponernos en los zapatos de otros es indispensable para comprender el sufrimiento ajeno, la desdicha, la desesperanza, el miedo, la incertidumbre, el hambre, el frío, la enfermedad, la soledad. Sin embargo, a veces creemos que desde nuestra sencilla vida cotidiana no podemos ayudar a otros, no podemos hacer esa diferencia. Y nos equivocamos. Ninguna ayuda es pequeña cuando se necesita mucha. Ningún esfuerzo es poco importante cuando los que sufren son miles. Hay mucho que podemos hacer cuando otras personas pasan por situaciones difíciles, catastróficas y calamitosas. Desde donar nuestro tiempo, liderando acciones en los lugares de trabajo, en la comunidad o el barrio para recaudar materiales, hasta realizar donaciones personales. Lo importante es dar rienda suelta a nuestra esencia generosa, a nuestra naturaleza solidaria y amorosa. Nunca pensando que no vale la pena hacer algo pequeño porque con eso no se va a resolver el problema. Los problemas, las crisis y las tragedias se resuelven por la conjunción de muchas grandes y pequeñas colaboraciones. Claro que si está en nuestra posibilidad hacer un gran aporte pues mucho mejor.

     Como pueblo, los dominicanos somos especialmente generosos, sobre todo cuando el sufrimiento lo padece una nación hermana. Y eso hemos sabido demostrarlo en muchas ocasiones a través de la solidaridad. Hay recompensa por esto. La más importante es poder disminuir el sufrimiento de otras personas. Pero hay más: el honrar nuestra naturaleza generosa nos provoca una sensación tan placentera que se manifiesta positivamente en nuestra autoestima como seres humanos y como pueblo. Ser solidarios en estos momentos, nos hace grandes, muy grandes, algo que estamos necesitando reconocer desde hace mucho tiempo los dominicanos: sabernos y reconocernos grandes, generosos, altruistas, humanos.

     El pueblo dominicano ha volcado su grandiosa generosidad sobre el pueblo haitiano. Dios nos bendice por eso y bendice, a través de nuestro esfuerzo, a todos aquellos a quienes llega nuestra solidaridad.

sábado, 9 de enero de 2010

Obediencia no es perder la libertad de ser y actuar

     Muchos padres y madres modernos piensan que la obediencia es algo que está obsoleto. Es posible que muchos que han venido de una generación educada por padres autoritarios, se hayan sentido empujados a aplicar con sus hijos una forma de crianza opuesta. Y tambien es posible que esto haya hecho surgir una generación de padres muy permisivos, cuyos hijos tienen hoy poca valoración y conciencia del respeto y de la responsabilidad. Sabemos que los extremos son perjudiciales, que lo mejor es buscar un punto medio de equilibrio. Hoy, por ejemplo, muchos jóvenes creen que ser obedientes es no tener libertad para actuar o ser.

     Sin embargo, la obediencia -bien entendida y aplicada- es esencial para formar seres humanos responsables y libres. Al enseñarle obediencia a nuestros hijos estamos fomentando la conciencia y la seguridad de que están realizando buenas acciones, cuando ellos en momentos en que no pueden aún descubrir por sí mismos lo que es bueno. Para fomentar la obediencia en los hijos es necesario ejercer como padres una autoridad sana, es decir, una autoridad basada en la coherencia entre lo que se hace y lo que se dice. Autoridad no es lo mismo que autoritarismo. El autoritarismo promueve o personas rebeldes, agresivas; o personas muy sumisas, llenas de temores y baja autoestima.


     Los niños y los adolescentes necesitan tener límites y reglas. Ellos no poseen la suficiente madurez para discenir en todos los momentos, por lo tanto, los límites y las reglas les proveen seguridad y confianza. A veces con un comportamiento inadecuado un niño puede estar diciendo: “no sé cómo controlarme, necesito que me controles tú”. Por otro lado, las reglas y límites deben estar muy claros y adaptados a cada etapa de la vida de los hijos. Los padres deben con la práctica ser firmes en su aplicación, aunque siempre abiertos a cierta flexibilidad cuando sea necesaria.
     También es importante que los padres recuerden que cuando los hijos van creciendo deben darle un mayor espacio para desarrollar su propia capacidad de decisión y permitirles que vivan las consecuencias positivas y negativas de sus acciones.
     Tener autoridad no significa tener el control de todo ni castigar, sino ser coherentes y justos en las reglas, en su aplicación y en permitir que los hijos experimenten sus propias causas y efectos. Con esa experiencia aprenden a valerse por sí mismos, algo que redundará en que sean personas responsables, disciplinadas y seguras.
     La autoridad bien ejercida, la disciplina amorosamente aplicada, y el fomento de una sana obediencia, son herramientas que le dan a los hijos un punto de referencia que los guíe hacia las buenas acciones.


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 "La necesidad de la disciplina para formar niños obedientes", por Jana Lorreta