domingo, 28 de febrero de 2010

Hagamos la diferencia con nuestros hijos

Las experiencias de nuestran infancia nos marcan de una forma tal que muchas de nuestras creencias y actuaciones del presente provienen de esas experiencias infantiles. Ya de adultos, tenemos la responsabilidad con nosotros mismos de revisar nuestros mandatos mentales para transformarlos y actualizarlos de manera que no se conviertan en obstáculos de nuestro bienestar presente. Esa revisión cobra especial importancia cuando tenemos hijos, pues de la misma manera en que nuestros padres, con aciertos y desaciertos, nos inculcaron muchas actitudes y creencias, así mismo vamos a pasar a nuestros hijos esos pensamientos, que a veces están cargados de prejuicios.


Ser padres hoy puede resultar muy atemorizante pues aunque tenemos a la mano mucha información no siempre sabemos equilibrar esas nuevas informaciones con nuestras viejas creencias. Si tus hijos son adolescentes o jóvenes adultos, tal vez el trabajo de armonizar la relación entre ustedes sea un poco más arduo y requiera de más tiempo para ver resultados. Nunca es tarde para trabajar en tener buenas relaciones con nuestros hijos.

Si tienes niños pequeños estás en el momento idóneo para comenzar ese trabajo y tener éxito. Lo importante es no enredarnos en culpas inútiles si nos hemos equivocado o no hemos sabido manejar algunas situaciones. Siempre podemos comenzar de nuevo. Lo importante es que exista un deseo genuino y un compromiso compromiso con nosotros mismos de esforzarnos para convertirnos en mejores personas y en padres más equilibrados.

Cuando se trata de educar a nuestros hijos, hay tres ingredientes que no deberíamos olvidar: ellos necesitan estructura, afecto y coherencia, para sentirse seguros y confiados. Y estos ingredientes van a incidir directamente en la formación de su propia autoestima. Los niños que no logran la atención positiva de sus padres, van a conformarse con una atención negativa, pero además van a crecer con la creencia de que eso es lo que ellos merecen, y ese modelo negativo se va a reflejar de distintas maneras a lo largo de sus vidas.

Como padres, somos quienes podemos hacer la diferencia en la vida de nuestros hijos. Y para eso es importante estar dispuestos a analizar qué tan claros y comprometidos estamos con los objetivos que tenemos con nuestros hijos y con nuestra familia. Debemos aprender a despojarnos de nuestros miedos e inseguridades, para poder enseñarles a usar su derecho a desarrollarse con plenitud y a ser en el mañana seres humanos dispuestos al crecimiento y al mejoramiento del mundo en que les toque vivir.

sábado, 20 de febrero de 2010

Manifestar el amor

Por la cantidad de significados y manifestaciones que tiene el amor, muchos concuerdan en decir que el amor es un término especialmente difícil de definir.

Normalmente lo interpretamos como un sentimiento del cual resultan una gran cantidad de emociones. Lo cierto es que, al margen de complicadas concepciones filosóficas, el amor es una “cosa” que ha estado siempre presente en el universo, de una forma tan fundamental que la misma vida comienza en el amor, y está relacionado con la supervivencia de la especie. Pero además, no hay ningún aspecto de la vida en el cual no esté presente el amor, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Incluso, hay quienes afirman que el amor no es único de la especie humana, sino que también los animales son capaces de establecer nexos afectivos.

En el plano espiritual se considera que el amor es Dios mismo y que los distintos sentimientos asociados a esa gran energía, no son más que el reflejo y la manifestación de Dios en nosotros, que además llevamos como herencia el haber sido creados a su imagen y semejanza.

Algunos pensadores creen que la búsqueda de la felicidad a través de las relaciones armoniosas con otras personas es el amor de Dios tratando de expresarse a través de nosotros.

Desde el punto de vista de la psicología, el amor sano y verdadero es aquel que es beneficioso tanto para quien lo siente como para el objeto de ese amor, ya sea que lo reciba concientemente o no. Para los creemos en la existencia de Dios y en su manifestación humana a través de Jesús el Cristo, el mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” consiste en primero reconocernos y amarnos, para poder luego prodigar ese amor encerrado en nosotros hacia los demás, algo que sería una consecuencia natural del amor porque se dice que es una energía que tiene que moverse y enriquecerse constantemente. Al amarnos saludablemente (que no es sería otra cosa que reconocer nuestra esencia divina y nuestra valía), ese amor se va a expandir espontáneamente fuera de nosotros tocando a otros.

Podemos sentir o ver el amor en muchos lugares alrededor nuestro, la naturaleza, los seres queridos, los animales, los buenos sentimientos, el compañerismo, la amistad, la solidaridad, en fin. Lo importante es que sin que tengamos que coincidir en nuestras concepciones filosóficas o espirituales, todos estemos abiertos a aprender a manifestar el afecto libremente, a manifestar nuestra mejor esencia amorosa a través de la amabilidad, la gentileza, la aceptación, la bondad y la generosidad, en acciones cotidianas que al final nos enriquecen a todos.

viernes, 12 de febrero de 2010

PERSEVERANCIA

El que persevera triunfa, es una frase muy conocida por todos. También alguien ha dicho que la perseverancia es la virtud por la que todas las otras virtudes dan su fruto.

La perseverancia es un valor, una fuerza interior que nos impide darnos por vencidos cuando las cosas no salen como esperamos, cuando la vida da un giro inesperado o cuando nuestras metas no son alcanzables a corto plazo.
Ser perseverantes no es tarea fácil. La perseverancia necesariamente debe aliarse con la fe en nuestras capacidades, con la pasión interior como motor impulsor de nuestro esfuerzo, con la planificación acertada y conciente de lo que deseamos lograr y con la fuerza de voluntad, que es el escudo para protegernos de los obstáculos que encontramos en nuestro andar. Otros ingredientes de la perseverancia son el compromiso, la valentía, la disciplina y la responsabilidad.

La perseverancia se ejercita diariamente venciendo las dudas, venciendo la pereza y dejando a un lado la costumbre de postergar lo que tenemos que hacer. Perseverar requiere de un esfuerzo continuo. Esto no significa que evitemos tomarnos un descanso entre un esfuerzo y otro; ni siquiera significa que no nos demos la oportunidad de deternernos un tiempo cuando nos sintamos algo vencidos, para reflexionar y recuperar fuerzas.

Hay una frase de Facundo Cabral que me gusta recordar cuando estoy desanimada. Dice Facundo que “está permitido que te caigas pero no que te quedes en el suelo”. Pienso que para levantarnos podemos echamos mano de la fortaleza del carácter, de la voluntad, de la pasión que generan dentro de nosotros los sueños… de la perseverancia.

La perseverancia es invertir nuestro esfuerzo en lograr una meta y fortalecernos interiormente para tener la capacidad de buscar buenas soluciones a las dificultades que se nos presenten en el trayecto a esa meta.

Es importante mostrarnos dispuestos a perseverar y no olvidar que enseñamos a otros con nuestro ejemplo. Mostrar paciencia, manejar las dificultades con serenidad, vencer las frustraciones con una buena dosis de alegría, ser constantes en nuestro esfuerzo por conseguir un objetivo, terminar lo que empezamos, son ejemplos que podemos ofrecer en nuestro diario vivir a los hijos. Son buenos ejemplos de perseverancia.

Practicar la perseverancia y enseñarla a nuestros hijos puede proporcionarnos y proporcionarles grandes satisfacciones, vencer obstáculos y lograr nuestras metas es algo muy gratificante, sobre todo porque siempre valdrá la pena luchar por nuestros sueños.