domingo, 14 de marzo de 2010

Tiempo para nuestra familia

Es importante dedicar tiempo de calidad a la familia, aunque hoy se habla de que no sólo la calidad del tiempo que dedicamos a nuestra familia es importante, sino que también lo es la cantidad. Lo cierto es que hay que estar disponibles para compartir con nuestros seres queridos, sea mucho tiempo o no tan abundante. Entonces, ese espacio que separamos para disfrutar de la compañía de nuestros hijos, de la pareja si la tenemos, de los padres, de los hermanos, amigos cercanos, debe ser un espacio en el que elijamos compartir con ellos nuestras mejores actitudes.


El tiempo de infancia de nuestros hijos es irrepetible. Lo que no disfrutas hoy con ellos, mañana será difícil volver a disfrutar, porque los hijos van creciendo y ampliando su mundo. De las experiencias positivas que ellos acumulen en nuestra compañía va a depender en gran medida la imagen que ellos se formen de sí mismos y de su mundo y por supuesto esto repercutirá en como desarrollen sus relaciones de adultos.

Dedicar tiempo a la pareja también es vital para tener una vida armoniosa y reforzar día tras día el vículo afectivo. Conversar, tener detalles, compartir alegrías, acumular momentos gratos y cultivar la amistad con la pareja son formas de lograr que la relación sea más satisfacctoria y tenga permanencia en el tiempo.

En ese tiempo de calidad que estamos dispuestos a compartir con nuestros seres queridos, hay que recordar incluir las expresiones verbales de afecto. Decir te quiero y expresar nuestro reconocimiento a las cualidades positivas de los demás son formas de enriquecer el corazón de quien da y de quien recibe este tipo de caricia verbal. Conversar, escuchar e intercambiar pensamientos y sentimientos constituye la manera idónea de conocer a los demás. Darnos el permiso de expresar nuestros sentimientos, nuestros sueños y también nuestras inquietudes y preocupaciones son formas de que los otros nos conozcan y nos reconozcan.

Compartir tiempo de calidad, sea abundante o no, significa elegir ese momento y estar disponibles completamente para la otra persona sin que nos interrumpa la televisión, el teléfono, la computadora, los videojuegos o cualquier otro elemento dispersador de la atención.

Para los niños, que son tan perceptivos, este tiempo de calidad es indispensable para su seguridad y su sentido de pertenencia. Y todos sabemos que no hay nada más reconfortante que sentir que pertenecemos a un hogar armonioso y unido.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Mujeres

En nuestro país, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha que en las últimas década ha cobrado trascendencia en la medida en que la sociedad y las instituciones del Estado se han hecho concientes de las necesarias y urgentes luchas por la equidad de los sexos.


“Equidad de sexos”. Yo pienso que definitivamente hombres y mujeres somos diferentes y, ¡que vivan esas diferencias!! Somos diferentes en nuestras características físicas y emocionales, y en lo que tenemos interiormente para entregar al otro sexo y al mundo. Y es precisamente en esas diferencias que radica la riqueza de un mundo formado por hombres y mujeres. Pero también somos iguales en dignidad y en valor, y en tener derecho, como todos, a una vida plena en todos los sentidos: a ser respetadas, a acceder a las mismas oportunidades y a que nuestros roles no constituyan un obstáculo para nuestro desarrollo como personas. Todos somos grandiosos, hombres y mujeres, todos estamos vestidos de dignidad y de riqueza interior. No deberíamos, por lo tanto, necesitar designar un día al año para celebrar y recordar las luchas de una minoría, que en realidad no es tan mínima.

Ser mujer es algo que no puede ser definido plenamente. Es algo que hay que vivir y experimentar. A veces las exigencias de una cultura globalizada, materializada, desigual, injusta, carente de amor, de comprensión, de desarrollo espiritual, nos confunden acerca de la grandeza que significa ser mujer. Jean Shinoda ha escrito que “cada mujer posee una misteriosa interioridad incomunicable y al parecer nuestra cultura no ha podido percibir toda la riqueza que posee el ser femenino”. Lamentablemente en esa cultura que aún no comprende la grandeza de la mujer también está incluida la mujer misma, muchas veces educada para dudar de su propia valía.

Las mujeres debemos comenzar por cambiar nosotras mismas el concepto y la forma en que asumimos nuestra feminidad. Y estar dispuestas a vivir y reflejar esa esencia nuestra de fortaleza, de ternura y de intuición. En vez concentrarnos en sentirnos víctimas de un trato desigual y del desequilibrio de oportunidades, es imprescindible hacer conciencia de nuestro propio valor, y usar nuestros dones para transformarnos y así transformar nuestro entorno.

¿Cuáles dones? La capacidad de amar, de entregar, de perdonar, de ser íntegras, de tener fe en nuestros sueños, y el orgullo por esa feminidad que nos hace aportar de manera diferente a nuestro mundo.

¿Que es importante que reconozcan nuestro valor y nuestros esfuerzos? Sí, es importante. Pero el reconocimiento mayor que podemos recibir lo haremos desde nosotras mismas. Que nos baste, mientras tanto con nuestra propia conciencia de valor, de dignidad y de derecho a una vida plena.