jueves, 8 de julio de 2010

Palabras

Escribió Juan Luis Vives que “no hay espejo que mejor refleje la imagen de los seres humanos que sus palabras”. Siempre que recuerdo esta frase pienso que para que nuestras palabras reflejen algo positivo de nosotros, esa cualidad positiva debe ser parte nuestra antes. Esto quiere decir que para lograr que nuestras palabras reflejen, por ejemplo, amabilidad y consideración, es imprescindible que primero tengamos pensamientos de amabilidad y consideración dentro de nosotros.


Hoy quiero convidarlos a que nos miremos un momento por dentro; no buscando nuestros defectos o actitudes negativas; todo lo contrario: para que veamos lo fácil que resulta encontrar nuestras cualidades y dejarlas salir libremente a través de nuestras palabras.

Las palabras tienen mucho poder. Pueden iniciar una guerra, pero también pueden sencillamente ser el detalle que necesitamos para fomentar la paz en nuestro hogar. Las palabras, según las utilicemos, pueden crear armonía o pueden sembrar discordia. Con nuestras palabras podemos hacer una diferencia notable en el día de otra persona, pueden alegrar a alguien o pueden entristecerlo. Las palabras son la expresión de las ideas que surgen en nuestra mente, con nuestros pensamientos y sentimientos. Y aunque para algunos sea un poco cuesta arriba, es necesario que transformemos nuestros pensamientos negativos en ideas de comprensión y de aceptación para que de nuestra boca salgan palabras sembradoras de paz y armonía, para que nuestras palabras transmitan lo mismo. Las palabras son tan poderosas que con sólo pensarlas -aunque no lleguemos a pronunciarlas- tienen un efecto sobre los que hacemos.

Por esto hoy los invito a que probemos cómo cambiando nuestra actitud ante las personas y las situaciones, nos hacemos más libres y más ligeros, y nuestros pensamientos y forma de hablar cambian como por arte de magia. Les propongo un ejercicio. Cuando estemos en uno de estos tapones horribles de la ciudad, concentremos la atención en un conductor cercano. Al mirarlo pensemos en la palabra hermano y en los sinónimos o vocablos que podemos asociar a esa palabra. Tal vez entre esos vocablos encontremos semejanza, cofradía, aceptación, amigo, camarada. Tal vez lleguen a nuestra mente otras como comprensión, tolerancia, bondad, gentileza, compañero. Se me ocurre ahora buscar etimologías (que son una de mis pasiónes) y encuentro que la palabra compañero se originó de dos vocablos cum y pan, que significa compartir el pan. También por su origen la palabra camarada quiere decir el que comparte la cámara o la habitación donde vive. Entonces podríamos pensar en compartir la alegría, que es el pan del bienestar, o compartir la ciudad que vendría a nuestra casa en el planeta. Amigo es otra palabra que tiene una etimologia muy linda. Se dice que viene del griego amicus que probablemente se derive a su vez de animi (alma) y custus (custodio) o sea el que ciuda el alma.
Vamos a incorporar todas esas palabras enriquecedoras a nuestro hablar, para que se nos hagan costumbre, para que formen parte de nuestra cotidianidad. Estoy segura que así, pronto descubriremos que esas palabras armonizantes y conciliadoras salen solas, automáticamente, que ya no necesitamos esforzarnos para ser amables y gentiles. Por último no olvidemos que para que nuestras palabras salgan todavía más naturales, ligeras y fluidas, para que tengan mejor ritmo y más música, es bueno decirlas mientras sonreímos.