miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ir más felices por la vida

Cuántas cosas se encuentra uno cuando va de camino a cualquier parte. Hace unos días conversaba con un amigo extranjero que tiene muchos años viviendo en el país, y mi amigo se lamentaba de cuánto ha cambiado el dominicano en poco tiempo. Me decía que hemos pasado de ser un pueblo caracterizado por la amabilidad, la cortesía, por el calor humano que podíamos encontrar en las calles, en los barrios, en los pueblos. No es que eso se haya perdido del todo. Pero pienso con tristeza en cuanta razón tiene mi amigo al sentirse así. Porque desplazarse por las calles de esta ciudad es una casi una proeza, una prueba de paciencia y tolerancia. Y es que, definitivamente, hoy somos menos amables y corteses en las calles.

Es cierto que falta planificación y orden vial. Pero esa es nuestra realidad, una realidad que debemos aprender a manejar de una manera que contribuyamos a ser parte de la solución y no a empeorarla.

Con frecuencia uno ve como la gente llena los carriles de las vías contrarias, cuando una avenida está muy congestionada, con el objetivo de adelantarse a otros que están esperando su turno para cruzar una intersección o doblar en alguna esquina. Y al hacerlo, lo único que logramos es crear más caos y más desorden. También poner en peligro nuestra vida y la de otros. Con nuestras maneras contrarias a las reglas de tránsito y a la cortesía no logramos salirnos del problema, el tapón no desaparece. Al contrario lo empeoramos, porque obstaculizamos el paso a otros que transitan en su vía.

Pero a esta situación se le agrega algo verdaderamente preocupante. Cuando llevamos niños en nuestros vehículos, esos niños están observándonos. Están aprendiendo acerca del poco o mucho respeto que tenemos hacia las reglas y las leyes, están absorbiendo maneras agresivas de comportamiento, y están aprendiendo acerca de la forma como encaramos las situaciones en la vida cotidiana. Lo más penoso es que con nuestro comportamiento negativo en presencia de los más pequeños, también estamos perpetuando ese modelo de descortesía, de poca amabilidad y de falta de respeto hacia los demás.

Definitivamente hay muchos que elementos contribuyen a que el tránsito en nuestro país sea un dolor de cabeza para todos. Si actuamos con indiferencia o negativamente no aportamos soluciones, pero si decidimos respetar las leyes y practicar la reglas básicas de la urbanidad, vamos a dar a nuestros hijos un buen ejemplo de honestidad, de respeto, de solidaridad. Además, nos vamos a sentir mejor con nosotros mismos, vamos a contribuir a que otras personas también se sientan mejor, y hasta quien sabe si con esa nueva actitud de ciudadanos, nuestras autoridades también se sientan en el deber de ofrecernos una ciudad más amigable y mejor organizada.