martes, 17 de noviembre de 2009

La triste melodía que se llama acontecer nacional

Ultimamente hemos escuchado a muchos comunicadores hablar acerca del malestar que estamos padeciendo los dominicanos, víctimas de tantas situaciones lamentables, siendo vapuleados día tras día con esa “triste melodía que se llama acontecer nacional”.

Hace poco escuché a Pablo McKinney en su programa El Bulevar, diciendo que el dominicano está cada vez más desesperanzado. Yo concuerdo completamente con esa idea de Pablo.


Lo que vemos diariamente en la prensa y otros medios, es como un remake de la misma novela, con otros actores y alguna novedad que le agrega sabor para deleite del morbo público: Funcionarios descarados, congresistas irresponsables y desvergonzados, narcotráfico contaminando cada espacio de la vida dominicana, inseguridad ciudadana, atracos por dondequiera, violencia, secuestros (algunos dejados en un velo de confusión), delincuentes de alto nivel que son protegidos y no cargan con las justas consecuencias de sus actos… en fin. Sólo hay que abrir la página de cualquier diario y sacar la propia lista de abusos.

Los dominicanos comunes y corrientes tenemos la percepción de que ya no se puede confiar en nada ni en nadie. Estamos perdiendo (y lamentablemente a pasos muy rápidos) la fe en nuestras instituciones, en nuestros funcionarios, en nuestros gobernantes, en la gente que se supone está ahí para trabajar en bien de la nación. Ya no sabemos a quien creerle, ya no sabemos incluso a qué intereses particulares responden muchos medios de comunicación. Sentimos que la justicia, el honor, la rectitud, los principios, la ética, han sido tomados por la corrupción y la impunidad. Los delitos, de cualquier tipo y con cualquier rango, se suman uno tras otro, como para no darnos tiempo de reponernos del horror.

Cuando nos encontramos en medio de tanta exposición de acciones negativas por parte de muchos, que degradan nuestro orgullo nacional y que nos dejan un sabor de cosa perdida y sin remedio, es difícil no sentirse desesperanzados. Sin embargo, el universo tiene leyes, para bien de la raza humana. Y una de ellas es que nada permanece estático, que todo cambia y que todo pasa. Lo interesante sería que cada uno de nosotros, como ciudadanos, averigue qué puede hacer para apoyar ese cambio, para colaborar con el universo, desde nuestra familia, desde nuestro trabajo, desde nuestro interior, desde nuestra actitud personal.

No hay que ser héroes para aportar nuestro grano de arena. Basta con pensar, reflexionar, hacer lo correcto en la vida cotidiana, desarrollar el ser magnífico que todos tenemos por dentro, no dejarse abatir por las noticias, y no perder la fe en uno mismo y en el país. Motivar a los que nos rodean a realizar un cambio de mentalidad. Hablar con nuestros hijos acerca de lo que ven y oyen en los noticiarios, darles herramientas para que puedan ser en el mañana ciudadanos capaces de discernir. Usar el modelo negativo que estamos viendo hoy para afianzar valores positivos. E insistir -no dejar de insistir- en que no es verdad que hacer lo correcto tiene hoy un precio muy alto.