domingo, 17 de enero de 2010

Generosos y solidarios


     Si partimos de la idea de que hemos sido creados por amor, debemos entender que el amor es parte intrínseca de los seres humanos. La generosidad, por otro lado, es una de las más grandes maneras de demostrar amor. Entonces, es lógico pensar que la generosidad también forma parte de la naturaleza humana. Aunque lamentablemente a veces los seres humanos nos inclinamos hacia el egoismo y el egocentrismo, lo cierto es que poseemos una tendencia natural a ser generosos, especialmente cuando otros necesitan con urgencia nuestra ayuda. La generosidad tiene una gran recompensa: la genuina alegría que nos provoca el saber que con nuestra contribución podemos cambiar el mundo, hacer que la vida de otros sea mejor y lograr una diferencia en la existencia de alguien.

     Poder ponernos en los zapatos de otros es indispensable para comprender el sufrimiento ajeno, la desdicha, la desesperanza, el miedo, la incertidumbre, el hambre, el frío, la enfermedad, la soledad. Sin embargo, a veces creemos que desde nuestra sencilla vida cotidiana no podemos ayudar a otros, no podemos hacer esa diferencia. Y nos equivocamos. Ninguna ayuda es pequeña cuando se necesita mucha. Ningún esfuerzo es poco importante cuando los que sufren son miles. Hay mucho que podemos hacer cuando otras personas pasan por situaciones difíciles, catastróficas y calamitosas. Desde donar nuestro tiempo, liderando acciones en los lugares de trabajo, en la comunidad o el barrio para recaudar materiales, hasta realizar donaciones personales. Lo importante es dar rienda suelta a nuestra esencia generosa, a nuestra naturaleza solidaria y amorosa. Nunca pensando que no vale la pena hacer algo pequeño porque con eso no se va a resolver el problema. Los problemas, las crisis y las tragedias se resuelven por la conjunción de muchas grandes y pequeñas colaboraciones. Claro que si está en nuestra posibilidad hacer un gran aporte pues mucho mejor.

     Como pueblo, los dominicanos somos especialmente generosos, sobre todo cuando el sufrimiento lo padece una nación hermana. Y eso hemos sabido demostrarlo en muchas ocasiones a través de la solidaridad. Hay recompensa por esto. La más importante es poder disminuir el sufrimiento de otras personas. Pero hay más: el honrar nuestra naturaleza generosa nos provoca una sensación tan placentera que se manifiesta positivamente en nuestra autoestima como seres humanos y como pueblo. Ser solidarios en estos momentos, nos hace grandes, muy grandes, algo que estamos necesitando reconocer desde hace mucho tiempo los dominicanos: sabernos y reconocernos grandes, generosos, altruistas, humanos.

     El pueblo dominicano ha volcado su grandiosa generosidad sobre el pueblo haitiano. Dios nos bendice por eso y bendice, a través de nuestro esfuerzo, a todos aquellos a quienes llega nuestra solidaridad.

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