martes, 26 de enero de 2010

El recuerdo de una familia feliz es el mejor legado para los hijos

La familia debería estar siempre en el primer lugar de nuestras prioridades, porque la familia -el hogar que reúne a los seres queridos- constituye ese lugar físico o emocional en el que deberíamos poder mostrarnos tal como somos, encontrar aceptación y amor incondicional, buenos ejemplos, alegría y plenitud de vida.



La familia es el único lugar en el que todos son protagonistas de la historia. Por esto, trabajar para que nuestra familia sea armoniosa y funcional es el mejor esfuerzo que podemos hacer para desarrollar nuestra capacidad natural de ser felices; además, el recuerdo y las vivencias de una familia feliz son el mejor legado que podemos entregar a nuestros hijos.

Nadie ha dicho que sea siempre fácil lograr armonía en el ambiente familiar. A veces toma tiempo, se precisa enfrentar muchas dificultades y conflictos. Como todo lo que vale la pena en la vida, tener una familia funcional es algo que se logra a través de un trabajo diario, del esfuerzo en desarrollar nuestras mejores capacidades como personas.

La comunicación, por ejemplo, es una de las áreas en que se requiere mayor esfuerzo en familia. Porque comunicarnos no es sólo hablar, dar instrucciones, enseñar buen comportamiento, comentar las actividades del día, o en el peor de los casos gritar, descalificar, erradamente con el propósito de lograr algo que consideramos positivo para los nuestros. Comunicarse va muchísimo más allá. Comunicarse es dar paso a nuestros mejores pensamientos, es pensar en positivo y transmitirlo en nuestras palabras y acciones. Comunicarse es confiar en el otro, en su capacidad para desarrollar su increíble potencial humano, lo que significa también por nuestra parte ser auténticos, abiertos y transparentes.

Comunicarse bien es ser amables, ser considerados y tener buenas maneras. Es expresarnos tomando en cuenta la sensibilidad ajena, es desarrollar la habilidad de decir lo que pensamos con respeto y gentileza. Pero comunicarse, sobre todo, es escuchar, hacer empatía, saber colocarnos en el lugar del otro, percibir como el otro siente y respetar su opinión y su ritmo de aprendizaje.

¡Cuanto trabajo nos da a veces comunicarnos bien! Entre la prisas, las presiones, el equipaje emocional que cargamos de nuestro pasado, la falta de habilidades para manejar situaciones de tensión, el miedo natural de los padres a no hacer lo correcto con sus hijos, o la ausencia de conciencia acerca de la envergadura de la responsabilidad que tenemos los padres, todo esto provoca que nos alejemos de la verdadera y efectiva comunicación familiar.

Es bueno detenernos un poco y pensar. Hacer una pausa antes de hablar o actuar. Porque comunicarse es identificar primero y hacernos concientes después de nuestra programación mental, y utilizar de ella sólo aquello que sirva para estimular en nuestro entorno la confianza, la libertad, la responsabilidad y la valía de cada uno.

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